domingo, 26 de diciembre de 2010

La Jerusalén judía y única (parte II)

La Jerusalén judía y única (parte II)
Autor: Ezequiel Eiben
Existen también, como se dijo, motivos políticos para no dividir la ciudad. Podemos apoyarnos en expresiones de políticos de prestigio y renombre. Como dijo Shimon Peres durante su Presidencia del Estado de Israel al ser preguntado sobre el tema: “Jerusalén siempre ha sido y va a ser nuestra capital indivisible”. Por su lado, Winston Churchill afirmó: “Debes dejar que los judíos se queden con Jerusalén; fueron ellos quienes la hicieron famosa”.
La población judía en Jerusalén siempre ha sido mayoritaria en estos últimos siglos, superando a musulmanes, cristianos y demás grupos étnicos o religiosos. El Municipio con soberanía israelí favorece a la administración, organización y economía de la ciudad.
Israel no debe permitir que países u organizaciones quieran restringir sus derechos sobre su mismísima capital. Barrios judíos no deben ser desmantelados para cumplir exigencias injustificadas, dejando conflictos sociales insolucionables a corto y mediano plazo, a gente sin hogar y complicando el panorama con traslados poblacionales multitudinarios de propios ciudadanos con derechos. No hay que promover violaciones a la propiedad privada de los israelíes. Democracia y autoritarismo chocan contra barreras insuperables. Un Estado democrático que garantiza la seguridad de sus ciudadanos resulta incompatible con una entidad famosa por su récord en terrorismo.
Jerusalén es la imagen que Israel entrega al mundo entero, y frente a sus detractores, debe afianzar su dominio inalienable en su propio territorio. Los lugares sagrados judíos que se encuentran en Jerusalén deben estar (bajo todo punto de vista de manera conveniente) dentro de territorio soberano israelí.
Los palestinos que controlan en Jerusalén los lugares sagrados del Islam cometen atrocidades históricas y crímenes arqueológicos destruyendo los restos de los templos judíos, pasando borrador a vestigios de las vivencias y edificaciones judías de antaño, y no permitiendo a los investigadores judíos y del mundo realizar excavaciones para rescatar las invalorables reliquias que han caído en las garras de malvados usurpadores y negadores. Y esto no es nuevo si se presta atención a sucesos del pasado, como cuando los musulmanes construyeron la Explanada de las Mezquitas sobre el Monte del Templo, el lugar más sagrado del judaísmo. Si Israel quiere ser un Estado que mantenga viva la memoria del pueblo judío, que aspire a afianzar sus vínculos con Eretz Israel para nunca más ser expulsados los judíos, no puede permitir que hagan la “sucia limpieza” en sus monumentos.
Vamos a ver por último las razones estratégicas. Si el Estado palestino es establecido con Jerusalén Oriental como capital, entonces el peligro estaría a pocos metros de la Jerusalén israelí. La línea divisoria sería una frontera muy fácil de violar para los promotores y hacedores del terrorismo judeofóbico. Los enemigos estarían demasiado cerca, a la vuelta de la esquina. Los terroristas palestinos controlarían una zona que deja a su merced a población judía para cometer sus atentados, pudiendo instalar sofisticado armamento en posiciones de privilegio para lograr sus aspiraciones genocidas. Cuando Jerusalén estuvo bajo dominio árabe, no invirtieron nada de dinero en ella. Era una ciudad más, en la cual se juntaba basura ante la mirada desinteresada de los dirigentes. O directamente ni la miraban.
Luego, cuando comenzó el regreso judío, nació el Estado de Israel y la producción judía aumentó en un nivel impresionante, los árabes por razones estratégicas empezaron a interesarse en Jerusalén, reclamándola como propia, como una forma de quitar legitimidad al sionismo, tildándolo de invasor, usurpador y conquistador.
Entonces es misión de Israel prevenir los planes árabes de desjudaizar Jerusalén. Si la ciudad es dividida, ahora sí los miles de millones de petrodólares van a apuntar sus cañones a Jerusalén, van a invertir lo que no invirtieron nunca para transformarla en una ciudad completamente desjudaizada, netamente árabe, vociferando lo que Julián Schvindlerman llama “piratería histórica” refiriéndose al robo árabe de la historia judía.
Los dirigentes palestinos no terminan de aclarar lo que quieren; Mahmud Abás pide “un Estado palestino con Jerusalén como su capital”, y varias veces se olvida de explicar si se refiere a la parte oriental, o a toda la ciudad.
Fuentes de la Organización No Gubernamental (ONG) Ir Amín opinan que la ciudad, teniendo en cuenta parámetros poblacionales, ya está dividida en centros árabes y centros judíos. No se percata a primera vista en qué sentido tendría esto que influenciar a la auténtica soberanía que tiene el Estado independiente de Israel sobre su territorio. En Nueva York puede existir un barrio chino pero no por eso los Estados Unidos transferirán allí soberanía a China. Si es más común que judíos vivan entre judíos y árabes entre árabes que mezclados, porque por razones culturales, de identidad e ideales lo han decidido así, no debe llevar a un Estado soberano a plantearse entregar una parte fundamental de su suelo a una Autoridad Palestina en la cual las negociaciones del pasado le han demostrado que no se puede confiar.

La capital eterna
“Si te olvidare, oh Jerusalén, olvídeseme mi diestra. Péguese mi lengua al paladar si no te recordare, si no alzare a Jerusalén a la cabeza de mis alegrías” (137, 5-7). Israel y todo el pueblo judío no deben olvidar y dejar a un lado un patrimonio histórico, cuna cultural, su mismísima esencia, una de sus más arraigadas y tradicionales pertenencias. Costó cientos de años volver a recuperarla, y ahora que se la tiene, ya no se debe volver a separar de ella. ¿Cómo dejar ir, cómo soltar, lo que costó tanto volver a agarrar?
La añoranza que pedía el regreso, se transformó en un feliz retorno. Las plegarias fueron escuchadas. El pueblo judío volvió a casa, y su histórica ciudad es la ilustre capital de un Estado ejemplar. Nuestras cosas son nuestras.
Jerusalén es judía y única. Jerusalén es la capital eterna e indivisible del pueblo judío

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