martes, 21 de diciembre de 2010

La Jerusalén judía y única (parte I)

La Jerusalén judía y única (parte I)
Autor: Ezequiel Eiben
La ciudad de Jerusalén como propiedad del pueblo judío
Gran parte de la humanidad (estarán los obstinados de siempre) ya entendió que la propiedad privada debe existir y es un derecho natural que así lo sea.
Los objetos personales son, como lo indica su misma denominación, propios de la persona; ella los posee y los utiliza para su beneficio. Y como existe la propiedad privada de las personas, también hay cosas que pertenecen al pueblo. Como es el caso del suelo israelí.
Lo importante aquí es subrayar el valor de la propiedad ya sea por apego, pertenencia, utilidad, o como medio productivo.
Ahora bien, abordando el tema de las pertenencias, con respecto al pueblo judío hay cosas que innegablemente le pertenecen. Jerusalén es uno de los temas que está fuera de discusión.
Referencia histórica
Jerusalén fue fundada por el rey David y establecida ciudad capital de su reino, pero no vamos a retrotraer tanto la historia, sino más bien tomaremos en consideración a Jerusalén desde el siglo XX d.C.
El Plan de Partición de Palestina auspiciado por las Naciones Unidas en el año 1947 recomendaba dejar que Jerusalén quedara bajo control internacional. Los países árabes no respetaron nada en absoluto del Plan, y lanzaron una guerra de exterminio contra Israel en 1948, un día después de declarada la Independencia del flamante Estado judío.
A esa altura Jerusalén ya estaba sitiada por los agresores, y la defensa judía resistía con lo poco que tenía pero con enorme corazón.
No es necesario abordar el tema desde una perspectiva romántica para entender que Jerusalén despierta en el pueblo judío un amor incondicional.
Israel ganó la Guerra de la Independencia contra los ejércitos invasores, y uno de los resultados de la contienda fue que “la eterna” quedó dividida. La parte occidental bajo control judío, y establecida como capital; la parte oriental (y la Ciudad Vieja incluida) en manos de Jordania.
El Kotel Hamaraví (Muro Occidental, más conocido como Muro de los Lamentos), lugar sagrado para el judaísmo, quedó del lado jordano.
Una aberrante ofensa contra el judaísmo fue lanzada por parte de las autoridades árabes, al utilizar al sacro lugar como basurero, y restringir el acceso de judíos para que rezaran. Lograron con semejante actitud deshonrosa una humillación a los judíos, la que mantuvieron hasta 1967.
Ese año, luego de triunfar en la Guerra de los Seis Días, Israel conquistó la parte oriental de la ciudad. Jerusalén quedaba como capital unida del Estado de Israel.
En 1980 la Knésset aprobó la Ley de Jerusalén, que declara a la ciudad como capital entera y unificada del Estado de Israel.
Desde entonces, volvemos a afirmar con contundencia que Jerusalén es la capital eterna e indivisible del pueblo judío.
Jerusalén indivisible
Una exigencia de la Autoridad Palestina en las negociaciones con representantes de Israel para establecer su Estado, es pedir Jerusalén como capital. Este es un clamor que lo extiende a lo largo y ancho de Oriente Medio buscando apoyo, pero no tiene sustento.
Los dirigentes palestinos como Mahmud Abás se basan en falsedades históricas o eufemismos para destruir la historia judía en Jerusalén, borrar de la mente de todos los vínculos sagrados judíos con la ciudad, y establecerla como una capital árabe que nada tiene que ver con los judíos.
Se habla de dividir Jerusalén, quedando la parte occidental como capital israelí y la parte oriental como capital palestina. Idea que encuentra apoyo incluso en sectores de Israel. Pero está claro que los palestinos no son claros en si reclaman “solamente” una parte de la ciudad, cuando en repetidas ocasiones lanzan consignas a su gente para “recuperarla entera”.
Ahora vamos a ver las razones por las cuales Israel, en las negociaciones con los palestinos, no debe dividir Jerusalén.
Hay motivos históricos, políticos y estratégicos que deben ser tenidos en cuenta. No hay que dividir Jerusalén por historia. Fue el pueblo judío quien la fundó, fue el pueblo judío quien la construyó, y representa lo más sagrado de su tradición.
Es claro que Jerusalén es del pueblo judío. Más simple lo expresa el Prof. Gustavo Perednik al decir directamente: “Jerusalén es el pueblo judío”.
No solamente es historia viva al ser hoy la ciudad capital de Israel, sino que en ella está la esencia del recorrido del judaísmo a lo largo de los miles de años que ha logrado perdurar.
La historia enseña que enemigos del pueblo judío ya han tratado de borrar la profunda e íntima conexión judía con Israel y más específicamente con Jerusalén.
El emperador romano Adriano cambió el nombre de Eretz Israel por Palestina, refiriéndose con esa denominación a los filisteos, enemigos de los judíos, como los auténticos originarios de la tierra. El nombre de Jerusalén fue sustituido entonces por Aelia Capitolina, en otro intento por desjudaizar lo que era pura y exclusivamente judío, y pasó de ser el centro del monoteísmo a ser residencia de altares paganos. Los líderes árabes repetidamente han intentado imitar estas actitudes y mentir descaradamente para erosionar rastros judíos y reclamarla como ciudad propia.
Incluso Hosni Mubarak, el presidente de Egipto, un país que tiene paz con Israel desde la época de Menajem Beguin y Anwar Sadat, advirtió al Gobierno israelí que no trate de “judaizar Jerusalén”. ¿Judaizar algo que es tan indiscutiblemente judío? Paradojas a las que conducen los círculos de mentiras fomentados por los detractores judíos.
En definitiva, Jerusalén es piedra angular en la historia y cultura judías, genera el mayor de los sentimientos de pertenencia del pueblo judío, que ni siquiera tras cientos de años de exilio dejó de añorar el regreso a sus tierras.
Y luego de volver y establecerla como su capital única, es deber mantenerla unificada para así conservar unificada su identidad de manera sólida y no desprenderse de lo que es un único e incomparable patrimonio histórico
Autor: Ezequiel Eiben

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